Agrícola, festiva, gastronómica. Milpa Alta integra armónicamente el cultivo de la tierra y el vértigo de la cultura urbana. Sus niveles de organización social probados a lo largo del tiempo la han convertido en una zona donde la vida de campo y la de la ciudad, más que fronteras y límites, han alcanzado luminosos puntos de contacto.
Festividades religiosas, tradiciones y actividades que reinician una y otra vez en un ciclo que refleja la vida en el sur de la Ciudad de México, rodeada de volcanes, anécdotas, raíces que sostienen el inicio de una ciudad. Milpa Alta esta impregnado de memoria, ya sea por sus paisajes en tonalidades verdes, debido a la producción de nopal, o su herencia natural como el Tecontitla, oquedad natural formada durante la última erupción del volcán Teutli. Desde tiempos inmemoriales, la naturaleza ha provisto a los lugareños de todo: el círculo de un cráter es la cancha del Cerro de San Miguel en Santa Ana Tlacontenco, donde se suele jugar fútbol.
Aún se escucha hablar el náhuatl; se siembra y cosecha el emblemático nopal, por el que se conoce internacionalmente al país, así como el mole, platillo milenario que se festeja cada año en San Pedro Atocpan. Con este, se encuentran esparcidos por la zona más de una docena de poblados y en cada uno de estos (a los que la conquista superpuso el nombre de un santo) pervive la memoria de sus ancestros, que se prolonga hasta nuestros días.
La oralidad es parte vital de Milpa Alta. En San Juan Bautista Tepenahuac, que significa "cerca del cerro", subsiste la leyenda de que hay cuatro coyotes enterrados bajo el altar de una iglesia, y que están ahí para controlar la explotación demográfica. Cierto o no, el caso es que Tepenahuac es el poblado más pequeño de la región y crece muy lentamente.
En total, cada año se celebran 720 fiestas, paganas y religiosas en la localidad... ¿Como? Cada región cuenta con alguna capilla o santuario, la mayoría data del siglo XVI. San Pedro: La capilla Yencuitlalpan, Santa Ana Tlacotenco y San Francisco Tecoxpan poseen, cada uno, con un templo franciscano. En San Salvador Cuauhtenco su templo ostenta en la fachada elementos prehispánicos. Eso explica que los 12 pueblos de Milpa Alta puedan organizar las fiestas comunales típicas.
Una de estas fiestas, y que congrega a más visitantes, es la famosa Feria del Mole de San Pedro Atocpan. Constituida en 1977, se realizaba en la plaza de San Martín, pero su crecimiento y éxito la trasladaron a las orillas del poblado, a un costado del kilómetro 18.5 de la carretera Xochimilco-Oaxtepec.
Otra festividad más es la Feria de Faroles y Globos de Cantolla en los días de Muertos, en San Agustín Ohtenco. Ahí, los pobladores hacen gala de sus talentos artesanales con sus faroles de chilacayote, los globos de frágil y colorido "papel china" para elaborar figuras de hasta 25 metros.
Acá la urbanización aún no afecta las formas tradicionales de vida. Lo mismo la Semana Santa que las fiestas patronales y las otras celebraciones estrechan a los habitantes y reúnen en las mesas los cultivos de la región, como el pulque, mientras que la música disuelve el paso inexorable del tiempo rutinario que impera en la megaurbe.
En últimos años, a partir de septiembre de 2006, cuando se inauguró la Fabrica de Artes y Oficios (Faro) Olla de Piedra, foro de expresión cultural análogo a los otros tres ubicados en las delegaciones de Iztapalapa, Tláhuac, Gustavo A. Madero (Cuautepec), y el Faro Itinerante, un camión que enseña artes y oficios en plazas de las 16 delegaciones.
Así, ya se imparten 15 talleres de serigrafía, grabado, papel hecho a mano, cartonería, fotografía, multimedia, guitarra...
En estos lugares donde aún suena vivo el náhuatl y se cultiva la tierra, su gente baja diariamente a la gran urbe y se confunden con el resto de los capitalinos. Pero al final de cada jornada inician su retorno, intactos, siempre hacia las alturas.