¿Como conectar a tu ciudad a través de experiencias sonoras, quizá no vistas por muchos, utilizando como medio las calles que te reciben a diario?
¿Qué hace tener a tus sentidos atentos a cada paso, acorde o aplauso sin tener conciencia de ello?
Han pasado 4 ediciones desde que un festejo de amigos se ha convertido en lo que es:
Un festival donde la música corre sin atadura alguna, como los sentidos mismos.
Esto fue Festival Marvin 2014
Álvaro Obregón, Roma Norte.
Como usuario del sistema de bicicletas a préstamo, he aprendido a lo largo del tiempo a desenmarañar (no del todo) una de las colonias más representativas de la Ciudad de México: El circuito Roma-Condesa.
He charlado con sus vecinos, con sus trabajadores y con sus visitantes, y en casos particulares siempre se ha llegado a la misma conclusión; en estas calles ocurre todo.
Ya no es extraño ver a gente caminar de lado a lado cruzando Av. Insurgentes, o Nuevo León. Es lo más normal, de hecho. Pero hay una ocasión, donde este trazo de cotidianidad de la colonia llega a tomar un matiz diferente a los demás.
Cada que un medio impreso, vecino de la zona, se dispone a festejar con sus lectores de eso por los que ambos viven, la música, el circuito se ve inmerso entre el festejo. Marvin celebraba su 4ta edición de festival, con un cartel que estaba lleno de sorpresas, y una audiencia que estaba impaciente por salir a las calles.
No me llevé sorpresas: La Universidad de la Comunicación, en la calle de Zacatecas, tenía gente esperando en la banqueta. Pata Negra y Parque España veían pasar gente deseosa de pulsera, lo mismo para La Roma Records, que bloqueaban parte de la banqueta, con chicos que esperaban por comprar un boleto.
El equipo Coc4ine se reunió ahí mismo, en la tienda de discos, y nos programos para entrar de lleno en el festival; primera parada: AJ Dávila.
Consentidos por Cassete México, AJ Dávila abrió el escenario Salón en Covadonga. A guitarra limpia y con gran animo, el puertorriqueño puso a los asistentes asiduos a sus corona bailar desde la primera canción. Siempre es un gusto ver a bandas como AJ Dávila abriendo un escenario, y ente caso, el de más relevancia para el Festival. Para el asistente que llega aún frío de que esta en un festival, la música de Terror Amor es buen aliciente para salir en busca de más escenarios.
Bendita y maldita ruta Break, las vans encargadas de transportarte a alrededor del circuito; primera y única vez que la pudimos tomar. Covadonga y Pata Negra o Caradura era la distancia con mayor consideración. De muy buen ambiente si la alcanzabas, pero casi efímeras en los traslados. Nos dirigimos hacia TARA, el escenario que corría bajo la mano de Panamerika, y que tenía como antesala la presentación de los Frikstailers:
Una de las mejores terrazas en la Roma Norte es definitivamente la de Álvaro Obregón 291, y fue el escenario ideal para que este par de extraterrestres reventará desde el primer minuto a los asistentes. Consentidos por Panamerika, participantes en las noches de Lobohombo para 90.9, o en el escenario del Vive Latino; la energía de la música que hacen estos personajes esta fuera de cualquier atmósfera.
Con un set que incluía partes de videojuegos, y una tarde donde el sol era perfecto para la terraza, el festival estaba más que nunca entrando en su hábitat.
Nos encontramos hasta Chumel Torres bailando. Con eso explicamos todo.
La colonia ya se veía como escenario principal del festival, además de las ventajas que este año tuvieron las ubicaciones de los distintos venues participantes; y el punto ganador fue, sin duda, el espacio dado al Parque España, en la Av. Nuevo León. Un escenario gratuito con el fin de que los vecinos pudieran acercarse al festival sin la necesidad de una pulsera. Perros, familias enteras, parejas y turistas se acercaban a la música que ofrecieron Rebel Cats, Two Mexicans, Belafonte...
Mediatarde, ya con nuestros respectivos mezcales del Caradura, donde Big Big Love había ofrecido el primer recinto lleno hasta las lamparas, nos animamos al humor y argot de una de las bandas más representativas de la escena nacional: Los Esquizitos.
Fuertes, irreverentes, cotorros e inoportunos en algunos casos, Los Esquizitos provocaron el enojo de vecinos por "el ruido" y la inminente borrachera en la que se había convertido el Parque España. A pesar de ser un espacio público, la gente no espero a correr a su tienda de autoservicio de preferencia por algo para aligerar el calor: cerveza y cigarro en mano, la banda paso por un repertorio especial muy parecido a lo tocado en el principal del Vive Latino. Se divertieron de los vecinos y coverearon a tantas bandas como fuera posible; supieron exprimir su set de 1 hora para darle paso a la noche, al cierre del festival: El maestro Daniel Johnston estaba a unas cuadras de distancia, provocando caos a la entrada del Covadonga.
A falta de espacio para entrar a ver a Johnston por primera vez, y hay que decirlo, a la sobre demanda de boletos para el show, decidimos no engentarnos y salir hacia el cierre del TARA, nuestro venue favorito, para los Ghetto Kids.
Tres tipos, mezcladoras, cumbias, una batería en vivo, dubstep, hip-hop...
Tragos, chicas, chicos, terraza, la vista, el clima. Todo se armó de tal forma que la fiesta de Ghetto Kids fue de aplausos al por mayor. Bailar hasta el cansancio, sin prejuicios ni ataduras. Marvin y Panamerika lo habían logrado.
El paso de estos chicos no es menor, fueron el cierre del aniversario de Vice y se han abierto paso a través del Homegrown para llegar a mas lugares. Son la combinación perfecta para cuando de cierre de fiesta se trata. Si, sabíamos que en Covadonga pasaba algo emotivo, y que no éramos participes; pero cada que el beat caía la preocupación disminuía.
Recuerden el nombre: Ghetto Kids.
Llegamos al cierre, tras un caos de organización para entrar y salir del Covadonga, empujones, sudor, muletas por el aire y enojo de los que observaban desde afuera, llegamos a La Vida Bohème y The Growlers.
Música particularmente independiente, pero que anexaba a cada uno de los asistentes. Nos regalaron postales de músicos de calidad, sabiendo manejar la atención después del maestro Daniel Johnston.
La Vida Bohème cumplió con todo lo esperado, relajados y a la vez entregados. La audiencia de Marvin se los agradecía a cada acorde final.
The Growlers, punto aparte; la cantidad de fans que estaban pegados a la baranda de seguridad era fuera de este mundo. Cierre de banda grande para un festival que toma cuerpo de uno de la misma envergadura. Un set tan limpio que era imposible no detenerse, a pesar del cansancio o la ansiedad para entrar siquiera al lobby del Covadonga. Como las ediciones pasadas, muchos se quedaron afuera, y que se puede hacer...
Desde el baile con Alan Rosales; el surf de los Hawaiian Gremlins; las pizzas del Lucille; los mescales del Caradura; la vans, las bicis; los perros, los amigos; las cervezas en vía pública; la intimidad del CineEspacio, la música...
Festival Marvin fue eso que definió su directora general, Cecilia Velasco:
"Todos alimentamos un poco la escena".
Y este festejo, hace que la escena crezca dentro de nosotros.
¡En horabuena!
Fotografías por : Mayra Camacho Palma y Alan Ornelas