Comenzamos de nuevo; tome aire y aligere la distancia, deslumbré la ciudad de nueva cuenta, me recibe y me invita a pasar, aunque con una excepción: No planeo, en esta ocasión, verla a distancia. La ciudad tiene en lo más profundo de sus entrañas historia derramando de sus grandes muros. Nombres como Rivera, Siqueiros, Revueltas y Orozco nos dan cuenta de uno de los movimientos pictóricos más importantes del siglo XX.
Bienvenidos sean a la historia contada através del muro.
"La persona sin un conocimiento de su historia pasada, sus orígenes y su cultura, es como un árbol sin raíces ."
Anónimo
Diego Rivera suele ser de esos personajes de la historia mexicana que no pasa desapercibido para la mayoría de la cultura popular: Es un nombre de referencia, un paréntesis obligado de cultura; sin embargo, su historia suele diluirse en las fotografías y pinturas de una truculenta historia de amor de la que fuese protagonista y que la mayoría de nosotros conocemos o decimos conocer.
Y es ahora, esa cultura popular que Rivera decidió interpretar al borde del andamio, la que lo ha dejado encarpetado de forma un tanto burócrata al olvido histórico. Diego Rivera y sus fieles "Dieguitos" fueron la chispa, el incendio y las cenizas de un movimiento político y social que rebaso a más de un gran crítico de arte, y que inmortalizó cada movimiento de brocha y pincel a grados universales.
Diego llega a los 36 años. 11 años en la vanguardia europea. Es un pintor de caballete. Llega a el país que le faltaba por vivir a través de Jose Vasconcelos, un mano-derecha de la recién victoriosa revolución, ilusionado con una idea de cultura muy a la occidental, masiva, tradicional. El proyecto es pintar un muro.
¿Porque un mural si Diego era pintor de caballete? Vaya usted a saber.
¿Porque esa clase de mural? Aún más difícil de entender.
Es la cuna del movimiento, la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM, hoy el Antiguo Colegio de San Ildefonso, quien recibiría a la nueva escena cultural, con todo y su simbología, ademas de los overoles viejos por el uso.
De alguna extraña forma, los estudiantes de aquella época reciben a escupitajos a los muralistas mexicanos.
David Alfaro Siqueiros, quien había llegado por medio de la tercera clase de un barco que atracó en Veracruz, conocido y becado por el mismo Vasconcelos, aceptaba la invitación que le hiciera Rivera para colaborar en los muros de la escuela.
"La Creación" 1922
Terminada "La Creación" que fue el primer mural hecho por Rivera en la Escuela Nacional Preparatoria, los autores aportan la pieza perdida en el rompecabezas del muralismo en México: La mexicanidad. El muro, el gran espacio público, era el principal objetivo. Los pintores andaban arriba del andamio armados de pinceles y a veces hasta con las armas.
La comunidad no tomaba con aprecio la labor hecha por los artistas mexicanos; pintar murales era endiabladamente peligroso.
Hasta 1922, y con un avance en el trabajo, más la preocupación de una seguridad futura, Diego, Siqueiros, más el experimentado Orozco y el novato Revueltas, discutieron en alguna cena o platica de pulquería, la integración de los pintores a una forma organizada y completamente de izquierda: un sindicato. El movimiento cultural traspasaba y se convertía en una incesante participación política.
Dentro de la biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, me enteró de un texto, que nunca salió a la luz de forma inmediata, y que definía la forma de pensar del recién movimiento pintor-escultorico:
Se declaraban "En contra del capitalismo". Apoyaban "La destrucción del egocentrismo". Vivían entre un gobierno conservador, y un movimiento extremista. En medio de este revoltijo, Jose Vasconcelos.
Es el mismo Vasconcelos quien los reprime como escarmiento. A Orozco le viene valiendo catedrático "vale madres", siempre pensó que el sindicato era, y lo cito: una pendejada. Siendo el más incomodó por su forma acida con las relaciones interpersonales, le dió mucho menos importancia. Rivera, en contracara, encontraría su barco a seguir: Narrar el país.
Aparece el Diego popular. Las tradiciones, lo envasa en lo social y lo politiza en cuanto muro encuentra. Imaginación. Cambios de técnica. Búsquedas narrativas. La pintura es ahora un arte narrativo.
Hay un amor profundo, no fabricado, nunca de pose. Va Diego Rivera rescatando rostros por ahí, como la de un taxista o una maestra rural. Era adicto a las anécdotas. Un periodista norteamericano que se escapó para no ejercer en la Primera Guerra Mundial lo descubre y lo describe: Un hombre con aspecto de rana; todo lo suyo parece pesado, tosco, burdo; excepto la brillante inteligencia y el movimiento de la muñeca con la brocha.
Se relataba la revolución campesina, la revuelta agraria. Encontraba esquinas o espacios y pintaba cadenas de explotaciones siendo rotas por martillos, la explotación que demanda libertad. Lo que hay en los muros no es realismo, es Riverismo.
La prensa conservadora ataca al muralismo por ser un arte aberrante. Todo menos parecer, mono de mural de los que pinta Rivera. Leo a los críticos estéticos de arte, bastante mediocres, argumentando que el trabajo expuesto parecía exceso de vanguardia. A Diego Rivera, le cancelan los muros que pintaría en el edificio de la Secretaría de Educación Pública, se deslinda del sindicato y termina como empezó: al borde del andamio.
Termino de hojear criticas y demandas artísticas de hace más de 50 años, y no dejo de compararlas con algunas críticas que leía apenas dos días antes.
Al fin entendí que los murales nunca son decorativos. Los murales cuentan historias.
Les cuento esta historia, porque acabe atrapado en ella. La intención era platicarles solamente de la biblioteca Miguel Lerdo de Tejada. Comencé a leer sobre los murales, y entendí algo muy interesante: Trataba de relatar una historia, sin siquiera entenderla.
De algún modo, la ciudad de México es un mural de aquella época. Para entender un mural se necesita tierra de por medio, luz, aire. Cada esquina o movimiento implica un nuevo paisaje. No hace otra cosa, más que contarnos una historia, que para unos es una y para otros es otra.
Cerré los libros que traía conmigo, me despedí del bibliotecario y salí a las calles del centro de la ciudad; lo que quiera hacer con nosotros, espero quede inmortalizado en alguno de sus tantos muros que aún faltan por pintar.
¿Donde encontrar los muros?
Antiguo Colegio de San Ildefonso
Justo Sierra #16 Col. Centro. Metro: Zócalo
Palacio Nacional
Zócalo Capitalino Col. Centro Metro: Zócalo
Edificio de la Secretaría de Educación Pública
República de Argentina #28 Col. Centro
Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada
República del Salvador #49 Col. Centro