H Y P E

Personajes Secundarios


“Escupí entre arcadas una mucosidad rosácea, mezclada con sangre”
-Ryu Murakami-


Los excesos llegan de muchas formas. Vía de escape; sanación, para olvidar —un intento, casi absurdo, por suprimir los sentimientos exacerbados— o simplemente porque están ahí, al alcance. Orgías, drogas, rock and roll, violencia, inmediatez: nada.


Azul casi transparente de Ryu Murakami es una novela —japonesa— donde el lector atestigua los excesos y vicios de sus personajes —que en su mayoría son jóvenes de no más de 20 años— los cuales viven entre soldados de una base militar norteamericana. Durante toda la novela asistimos junto a  los personajes a orgías, conciertos de rock y fiestas llenas de cocaína, heroína, ketamina y otra tantas sustancias divertidas que amenizan sus estilos de vida.
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No es una ley que la vida deba tener un proyecto a futuro. Mientras algunos planifican hasta el más mínimo detalle de cada momento de su vida, otros simplemente ven más a profundidad lo que la vida puede otorgar y deciden tomarla como viene. Hora con hora, al momento, sin pensar en el ayer ni en el mañana. Simplemente un estado constante del estar siempre en movimiento —o en una calma psicoactiva—. La mirada de Murakami —Ryu— es la de una cámara. No juzga, ni intenta definir a sus personajes. Son simples elementos de una gran escenografía grotesca y burda que es la vida en si.

Si algo sucede, sucederá y está bien. Si nada sucede… de igual manera está bien. No hay una ambición más allá de lo que se está viviendo en ese preciso momento. ¿Para qué me preocupo por qué sucederá si tal vez me muero en la siguiente inyección de heroína?  Las situaciones narradas por momentos pueden parecer totalmente inverosímiles —si no es que en toda la novela sea así—. Sin embargo, en el instante que puedes tener la tentación de cerrar el libro, sabes, muy en el fondo, que todo lo narrado puede ser realidad. Es eso mismo lo que genera en el lector la necesidad, casi ansiosa, por continuar leyendo, saber hasta qué punto de autodestrucción se puede llevar.
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Probablemente —según lo antes escrito— puedan creer que la motivación es el hedonismo, la simple búsqueda por más y más placer. Sin embargo, no hay motivaciones placenteras, o más bien, no hay placer al concluir cada encuentro sexual. El estado máximo de la droga siempre tiene su lado inverso: el bajón. La violencia está presente, la violencia hacia uno mismo. Personajes que se dejan llevar de la mano al caos y locura totales. Se dejan llevar sin oponer la más mínima resistencia. Esto va más allá de la mera experimentación, es como un bizarro mensaje de “la vida no tiene nada qué darme, no tengo por qué yo dar algo por la vida”. Y exactamente de esa manera es cómo los personajes caminan, cuales fantasmas, por el mundo en el que viven. Andan por ahí a sabiendas que no son nadie para los demás y los demás no son nadie para ellos. En un momento puede existir el amor más grande, puro, exquisito, pero al siguiente momento, un demonio se apodera de esos enamorados y todo puede concluir con un charco de lágrimas, sangre y fluidos humanos.

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Ryu Murakami se aleja de sentimentalismos baratos y reflexiones sobre la sociedad que lo envuelve. Este es un acto de tomar una cámara de cine —en este caso teclear o escribir a mano, no sé en realidad de qué manera haya escrito esta novela— y grabar todo lo que sucede tal cual pasa. No entrevista a sus personajes, es más, no le interesa qué es lo que pueda suceder con ellos, ya que todos —y todos en realidad— somos personajes secundarios de un mundo el cual no sabe de la existencia de cada persona —y sobre todo no sabe de la existencia del que escribe esto—. Somos un cúmulo de personajes sacrificables y al tomar conciencia de eso ¿por qué pensar en el mañana?

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