H Y P E

¿Qué escuchas en la penumbra?

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“No hay mayor placer que el terror”
-Clive Barker Terror-



Los miedos están por todas partes. Puede ser a momentos idiotas, sin sentido. Situaciones inesperadas, que nos agarran con la guardia abajo y no podemos reaccionar. El miedo es natural y colectivo, sin embargo, éste se puede controlar, racionalizar y combatir sin ir al límite de uno mismo. Pero, es cuando La Bestia viene a nosotros, que el temor va más allá, no es sólo el sentimiento de incomodidad, sino que ahuyenta el sueño, pone sudorosas las manos e intranquiliza un día entero. El temor se convierte en: Terror. El sentimiento puro que no nos permite racionalizar, nos paraliza. El terror tan profundo doblega la evolución humana para dejarla hecha un racimo de bestialidad que sólo reacciona ante estímulos y no razones.


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Terror de Clive Barker es un cuento que profundiza ese sentimiento. Steve es un estudiante de literatura que conoce —y queda prendado de inmediato— a Quaid, una de esas personas que tiene un aura atractiva, irresistible, no se sabe si por su inteligencia o porque no se le entiende totalmente. Él es un personaje misterioso. Sólo permite que los demás conozcan justamente lo que desea. No exterioriza más de lo meramente debido. Y su discurso —que jamás deja de lado— siempre gira alrededor del Terror, habla de éste como si fuera algo precioso, algo que merece un estudio profundo, sesudo. El Terror es digno de experimentar ya que todos lo sentimos, incluso los que más lo reniegan lo han experimentado. Quaid comienza a acosar —con respecto a sus temores— a una mujer idealista, vegetariana, integra: Cheryl, la cual asegura que no tiene miedos, no hay Terror en su vida. Sin embargo, él sabe que no es así. Por eso la secuestra y la lleva al límite para demostrar que todos tenemos oculto en lo más profundo de nuestro sistema un miedo irracional.

En este momento muchos —tal vez que todos— están pensando en lo que más temen. Yo lo hice mientras leía y es esa una de las grandes virtudes de Barker. Mientras avanzas, de inmediato haces una proyección de tu persona dentro de la historia. Comienzas a vivir lo que el personaje vive. Aunque no lo desees, te ves atrapado en esa dinámica que el escritor plantea. Comienzan a vivir lo que el otro, a sentirlo; temerle. Es así como los temores de Steve —el protagonista por si lo olvidaron— se vuelven los nuestros. Las tensiones de uno y los deseos son nuestros. Aquello que estimula e impulsa a Quaid nos emocionan. Es de esa forma que mientras —como lectores— vamos siguiendo paso a paso —o más bien foto a foto— el proceso del experimento de él: el lector cae en un acto de vouyerísmo y satisfacción —y si esa satisfacción sólo me sucedió a mi… pensaré en visitar a un profesional—. El miedo, cuando es de otros, se disfruta, cuando es propio… no tanto.

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La historia camina por lugares a los que, en ciertas ocasiones, intentamos no acercarnos: el enfrentamiento de los miedos. Pero durante todo el relato, cada acción, cada momento, lleva al límite esas sensaciones. No hay escapatoria de los miedos y terrores, ya sea en inmediatez, ya sea después de mucho tiempo. Pero siempre, no importa qué. Nos enfrentaremos a esos miedos que tanto nos atormentan: la carne, los ruidos que produce nuestra mente —que son peores y más demoniacos que cualquiera que pueda hacer algún instrumento musical—, o un hombre que acosa nuestros sueños con un hacha —tal vez: meterse a bañar con el miedo que un payaso ojete salga de la coladera de la regadera—. No hay escape. El Terror está ahí afuera, en el mundo, alrededor de todos y no hay manera en que podamos alejarnos de él… ¿a qué le temen ustedes?

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