H Y P E

Sigur Rós - Valtari




Muchas fueron las críticas (malas) que suscitaron nuestros islandeses de referencia, Sigur Rós, cuando hace un año rompieron un prolongado silencio con Valtari
, un disco, cuanto menos, complicado, me parecen más que comprensibles las pestes que echaron muchos de los seguidores de la banda islandesa al encontrarse con un disco de aquellas características entre las manos, más aún en un momento en el que el post-rock de poderío, épica y envergadura volvía a ponerse de moda, con Mogwai y Explosions In The Sky en boca de mucha gente, más allá del mundillo del rock instrumental.

Personalmente tengo la impresión de que Sigur Rós tienen una posición lo suficientemente privilegiada (ganada a pulso) en el panorama no solo post-rockero, sino en el musical internacional, como para que unas u otras críticas les importaran más bien poco. Pero, hicieran mella o no estas reacciones, lo cierto es que Kveikur es uno de esos discos redondos de principio a fin con el que a todos aquellos agoreros que predijeron el declive de Sigur Rós se callen por una buena temporada. Kveikur no ha dejado a nadie indiferente y, en este caso, ha sido para bien: la envergadura de la discografía de la formación islandesa es tan incontestable que es demasiado arriesgado hablar del mejor disco de su carrera, sin lugar a dudas, pero para mi Kveikur está perfectamente a la altura de Takk (2005), aunque ambos generan atmósferas radicalmente diferentes.



Habíamos estado disfrutando de adelantos jugosos de Kveikur durante los últimos meses: esa genialidad de equilibrio entre post-rock tradicional con regusto industrial pero los característicos guitarreos agudos de Sigur Rós peleándose con la voz de Jonsi en una suerte de single oscuro pero a la vez perfectamente fácil de escuchar nos hicieron la boca agua. Además, el videoclip de Brennisteinn, lleno de acción sórdida y oscurantista, con un aire misterioso pero sólido, orgánico y contundente. Nunca habíamos visto a unos Sigur Rós tan abiertamente oscuros, ni siquiera en los primeros compases de su () de 2002. Para mi la impresión era que la sombra de Nine Inch Nails había alcanzado las tranquilas aguas de estos islandeses para darles el punto de ruido, distorsión y dramatismo épico que les faltaba. Para colmo, la primera escucha de Kveikur vino a confirmar todas y cada una de esas sensaciones y, además, mostrar también la cara luminosa de la banda que tan bien conocemos. Personalmente, cada nueva escucha de Kveikur ha sido más gratificante que la anterior, arrojando luz sobre nuevos detalles que me emocionan y alucinan a partes iguales.



Como decía, el arranque de Kveikur, Brennistein, ya lo conocíamos: es duro, oscuro, inesperado. Como si hubieran pasado décadas desde las historiadas florituras del Valtari, cuando han pasado 12 meses justos. Sin dejar de ser  ellos, sin dejar de ser Sigur Rós en ningún momento, este es el disco que menos suena a ellos y más  suena a post-rock, ese género en el que yo nunca he estado segura de que sea correcto enmarcarlos. El siguiente corte del disco, Hrafntinna, es uno de los más clásicos de la banda del disco: aquí los tempos  y las distorsiones se relajan un poquito en aras de hacer sitio a cierta atmósfera bucólica construida a base de delicadas percusiones que nos devuelven, aunque sea por un instante, a aquel barco fantasma del Valtari. Lo mejor viene después: hace unos días escuchaba a un locutor de radio congratularse de por fin poder pinchar una nueva canción de Sigur Rós por la mañana sin temer que todos sus oyentes se durmieran de camino al trabajo. El tema era, por supuesto, Ískaji, un corte que sintetiza lo mejor de Sigur Rós: recuerda, en modos y arreglos, a ese magnífico Inní Mér Syngur Vitleysingur del Með suð í eyrum við spilum endalaust(2008), pero con una ascensión mucho más electrificada, una sección de percusiones muchísimo más elaborada y un juego, de nuevo, con los característicos rasgueos agudos que los islandeses consiguen al emplear arcos de violín para extraer el sonido de sus guitarras eléctricas. No sé si Kveikur es el mejor o uno de los mejores discos de Sigur Rós, pero de lo que no cabe duda es que Ískaji es una de las canciones más brillantes que nos han ofrecido nunca.



A partir de este momento el álbum entra en una laguna espesa y oscura que, por momentos, recuerda a los tiempos más brillantes y exitosos de Enigma. Hacen gala los islandeses de una negrura inusitada en su trayectoria, pero lo hacen sin dejar de ser nunca ellos, dejando siempre espacio para pequeños y delicados resquicios de luz que, eso sí, cada vez se van haciendo más grandes hasta invadir completamente al oyente en la colosal Rafstraumur, que me ha dejado sin palabras desde que la escuché por primera vez y así sigo, babeando cada vez que tras los duros y oscuros minutos que la preceden, Kveikur asciende con semejante fuerza. La sola idea de cómo pueden ejecutar los islandeses este tema en directo me pone los pelos de punta: con esa batería machacona y esa explosión eléctrica que es el estribillo. La continuación con Bláþráður tampoco se queda corta: la batería tiene aún más protagonismo, la luz se relaja un poco pero las dimensiones épicas y optimistas siguen ahí. ¿Cómo pueden en un disco tan oscuro y distorsionado encajar tan bien dos temas que son todo fuerza y luz? Solo ellos lo saben, que para algo son los genios de esta historia. A los demás solamente nos queda esperar, ansiar, que la gira en la que los islandeses se embarcarán este  otoño y que es prácticamente una continuación de la de Valtari, no se olvide de nuestro país y podamos disfrutar de semejante genialidad en directo.