“yo en tiempos creía que los cuerdos podrían encontrar algún sitio donde
vivir en el espacio exterior mientras nos destruían. pero ahora sé que también los locos
controlan el espacio.
—¿cómo lo sabes?
—porque ya plantaron la bandera norteamericana en la luna.”
-Bukowski (La máquina de Follar)-
Uno de los mayores miedos del ser humano es llegar al fin de su vida en total soledad. A fin de cuentas no importa toda la gente que esté contigo mientras eres joven, es cuando la vejez ataca que realmente se materializa el miedo a quedarse solo. Supongo yo, porque no es que tenga toda la razón, que es el miedo principal, tal vez no, qué importa. En este momento es necesario que la soledad sea el mayor miedo ya que gracias a ese miedo puedo cimentar la reseña. Tal vez mañana crea que el miedo a un cacahuate sea el mayor y último miedo.
La máquina de follar de Bukowski es para mi uno de los mejores cuentos que tiene el “viejo indecente”. La mayoría de sus relatos, crónicas, divagaciones, poemas e incluso novelas, caminan por un mismo sendero. Llegamos a encontrar muchos paralelismos entre historias que están recluidas en diferentes libros. Pero La máquina de follar no es parte de todo eso, aunque existen los detalles propios de Hank durante la historia: los borrachos, despechados por la vida, por las mujeres, aquellos tristes vagabundos que no son ni si quiera vistos por el sector más jodido y miserable de la sociedad. Aunque están ellos, la historia no es un relato más de cantina y muerte sin esperanza… esperanza hay —aunque fiel al estilo Chinaski—, ésta desaparece después. Porque una vida de esperanza no es propia de el siglo que vivíamos —o seguimos viviendo—. Una voz es la que nos presenta a los personajes, la situación y una “necesidad”: follar —ya sé que es una porquería que tengamos que tragarnos las traducciones españolas—.
Un grupo de borrachos filosofan sobre el estar cuerdo o loco. El protagonista del cuento —que carece de nombre— nos presenta a todos los personajes de una manera libre de juicios. Simplemente es un grupo habitual que desea que suceda algo nuevo para darle cierta variedad a su vida sin sentido. La variedad llega cuando el dueño del bar —Tony— les cuenta que tiene en su bar a un científico alemán que construyó una máquina para coger. Sin embargo, no es cualquier juguete sexual, no es sólo una vagina de hule con condones intercambiables. Es una mujer realpero construida. Este es un cuento donde Bukowski indaga por un género que aparece múltiples ocasiones en todo el libro donde el cuento está —libro con el mismo nombre—: la ciencia ficción. Sin embargo, no es cualquier ciencia ficción, es un híbrido extraño entre algo futurista acompañado de la decadencia y sordidez del fallido sueño americano —no, no es cyberpunk—. La historia nos recuerda, por momentos, a los replicantes de Philip K. Dick, ya que la androide —Tanya— que debería ser sólo un aparato diseñado para el placer del hombre, desarrolla sentimientos y aspiraciones de algo más…. el final, el final es propio de un hombre que en su mente y letras puede llegar a alcanzar una critica mordaz, acompañada de demencia, que jamás llega a la estupidez de la denuncia.
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